Una de las virtudes, una de las primeras cosas que se remarca cuando se instala uno en un apartamento de Múnich es, el Silencio. En la calle, en casa, en el bloque de edificios, en los patios interiores entre edificios, casi (me-atrevo-a-decir) en los parques con columpios, en el trabajo, a partir de las ocho de la tarde en invierno, a partir de las nueve de la noche en verano, en zonas no-turísticas del centro.

Fácilmente paseando por Múnich se puede uno topar con estas misteriosas zonas silenciosas, incluyendo alguna cafetería a media tarde, bastantes calles las cuales no son calles principales de tráfico… La tranquilidad es una de las virtudes de los alemanes, ellos, los alemanes son quienes aman y adoran el silencio, también lo practican.

En el trabajo me ha pasado muchas veces, o he vivido muchas veces situaciones que, se cae un boli, hace ruido al chocar contra el suelo, y ya oyes: Heee Que paaaasaaa? (en alemán, claro). Cómo si el caerse accidentalmente el bolígrafo al suelo y hacer ruido hubiera sido accidentalmente propiciado por el ser humano sentado en la mesa de oficina, y que sin ser superman no ha tenido la destreza de evitar que el objeto de plástico que se utiliza para escribir llegara a tocar la superficie de madera por la cual se camina. Los estornudos y las toses están permitidos, si no se llega a una frecuencia constante de más de cinco seguidos, porque entonces ya hay quien se levanta, para ver si puede ayudarte a taparte la nariz o la boca para que tal natural sonido no vuelva a enturbiar las ondas silenciosas que la respiración de los seres humanos y el tecleo de las teclas del teclado de los ordenadores producen en una melódica sintonía, que siendo sintonía es amiga paralela del venerado Silencio. Los únicos que pueden gritar y ladrar sin ser amonestados son los animales caninos, que siendo invitados a cohabitar con los trabajadores libremente en las oficinas, ostentan un derecho superior al de todos ellos.

En casa, en casa, en casa… tuve, mejor dicho sufrí un problema de «tele» durante 4 meses. Cada noche, el vecino de arriba, ponía la «tele» cada vez más alta y hasta más tarde (léase la una de la madrugada), hasta llegar un punto, en que me estaba lavando los dientes, y parecía que teníamos el dobly sound del cine en nuestra propia casa. Después de varias quejar, charlas, y tés con el vecino para ver como solucionábamos el problema, supimos que tenía 5 «teles», una en cada habitación, y que las ponía todas a la vez con el mismo canal (como si pagas el GEZ para una, lo pagas para cinco), y luego tenía otra en la cocina para que su mujer viera lo que quisiera. En la negociación pasamos del «esta es mi casa desde hace 40 años y hago lo que quiero», a «ok, bajamos el volúmen y el número de «teles» encendidas». Cómo? Ofreciéndole como regalo auriculares inhalámbricos, aparatos para los oídos, etc. Ante tales amenazas, el macho-germánico terminó por dejarnos dormir por las noches, e imagino que a su mujer también, la cual se iba a dormir a las diez de la noche!

3 comentarios en “El Silencio”

  1. Estoy descubriendo que mis vecinos no son alemanes, entonces.
    No, al menos de costumbres y tradiciones.
    Y descubro, tb., que nuestro valorado o despreciado fervor latino, no me permite los vericuetos de tu solución.
    Yo he enviado quejas formales, escritas y en el más alto tono en el que una queja puede ser formulada, e incluso, sentando claramente que si de Polizei, Administración del edificio o Justicia se trata: no dejaré de seguir actuando si no se ‘comen’ sus ruidos incivilizados, sean de teles, de rock (que por cierto es berretísimo) o de lo que sea.
    Hay tantas formas de la incivilidad, y no supe hasta hace poco que ciertos habitantes de Múnich ejercen más de una y sin pudores.
    De todos modos…nunca está de más conocer otras experiencias.

    1. Hay de todo en todas partes… eso es cierto, pero el Silencio es una de las cosas que me han llamado mucho la atención, sobretodo en una ciudad cómo es Múnich. Por ejemplo, a la hora de tomar el té con la familia, suelen ser super hiper silenciosos, hablando lo justo y «flojo-normal», sin efusivismo, sin hacer ruido con la vajilla o con los cubiertos…
      Alguien tiene más experiencias silenciosas para compartir?

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